¡Ya domino a la perfección el lenguaje de mi bebé!
"¡Los bebés son grandes comunicadores! Yo no creía que siendo tan pequeños fueran capaces de transmitir tantas cosas".
Risas, llantos, balbuceos... cuando el bebé se comunica, ¡lo entiendo casi todo! Tuve que tropezar unas cuantas veces (darle más biberón creyendo que tenía hambre, hacerle reír y excitarlo justo antes de acostarlo, olvidarme de las palabras malsonantes y obligarme a decir “demonios”...) para entender que el bebé tiene mil recursos para interactuar conmigo y que todo es lenguaje. ¡Un descubrimiento para él y también para mí! ¡Así fue como aprendí a descifrar los mensajes del bebé!
El bebé llora... ¿Se encuentra mal?
Al principio, no sabía diferenciar sus llantos. Ahora conozco todo su repertorio: cansancio, hambre, ansiedad al anochecer… Y no solo eso. He aprendido algunos trucos para calmarlo.
Por ejemplo, le hablo de mi día en el trabajo, de mis colegas, de su prometedor futuro, del último partido de fútbol.
Otras estrategias son pasearlo en el carrito o acunarlo acurrucado en mis brazos, ¡eso funciona siempre!
Y como soy un marido modelo, comparto las tareas con mi mujer. ¿Quién se levanta en plena noche para tranquilizarlo después de una terrible pesadilla? ¡Papá! Sin embargo, debo reconocer que muchas veces no oigo su llanto...
El bebé se ríe: mi fama como humorista me precede
Los primeros grandes momentos que he compartido con mi pequeño son las sonrisas. La sonrisa angelical, la sonrisa cómplice, la sonrisa juguetona... y a partir de los cuatro meses, ¡las carcajadas!
Tengo trucos infalibles para hacerlo reír: las muecas, los besos por todo el cuerpo como si fuera a comérmelo y, de vez en cuando, cantar haciendo el ganso y agitando las manos. También jugamos a los títeres, a la hormiguita que sube por la piernita, al escondite detrás de una toalla, al menos cinco veces seguidas... La mayoría de las veces se cansa él antes que yo.
¡El bebé y yo nos entendemos!
Cuando estaba en la barriga de su madre ya le hablaba y ahora no hemos hecho más que retomar nuestras charlas. Cuando juego con el sonajero le hablo del sonajero, cuando le pongo los zapatos le hablo de zapatos. Sé que mi voz lo estimula y le hablo todo el rato. Él me entiende y yo le entiendo también.
Ahora conozco las diferentes fases del lenguaje: el balbuceo, la mímica, las primeras palabras, las primeras frases. Me acordaré toda la vida de la primera vez que me dijo “papá”. No pude evitar una lagrimita.
Y después llega la fase del no. Como todos los padres, no pude escapar. ¡Le enseñé que yo mandaba! O por lo menos lo intenté...
Y como soy su modelo e imita todo lo que hago, aprovecho para enseñarle frases para que las repita en público como “incluso del árbol más grande nace de una pequeña semilla”.
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