¿Qué controlan los padres?
Es normal que los padres sueñen con hijos que conviertan sus expectativas en realidad. Esos sueños, casi tan antiguos como el mundo, han inspirado numerosos cuentos y leyendas, que advierten sobre los peligros de proyectar los deseos paternos en los hijos.
¿Controlar el futuro?
El nacimiento de un bebé es siempre un gran acontecimiento que marcará nuestra vida. Pero desconocemos lo que nos traerá el futuro y el control que tenemos sobre el porvenir es muy limitado.
Desde el momento del parto, nos preguntan qué hemos imaginado para nuestros hijos. Más adelante, revistas, psicólogos, marcas de productos para bebé, nos interrogan una y otra vez: “¿Qué deseas para tu hijo?” La respuesta es “lo mejor y solo lo mejor”. ¿Acaso es posible desear otra cosa?
Al tratar de brindar lo mejor a nuestros hijos y desvanecer las incertidumbres que plantea el futuro, los padres solemos controlar cada detalle. Además de una pretensión inútil, es uno de los defectos de nuestra sociedad que, en materia de educación, puede resultar catastrófico.
Proyectos inconscientes
También existe la tendencia a desear que nuestros hijos sean los mejores, es decir, que sigan el proyecto que ideamos para ellos desde su concepción. Ese plan es secreto porque solo somos parcialmente conscientes de su existencia.
Los proyectos sobre nuestros retoños, nuestro deseo de que se ajusten al ideal que hemos imaginado, a menudo son difíciles de evitar pues están profundamente arraigados en nuestro subconsciente. Allí hay unos esquemas ideales de cómo debe ser una niña o un niño, nociones que tenemos muy interiorizadas y a las que es difícil renunciar. Aunque muchas veces seamos prácticamente incapaces de verbalizarlas, nuestros pequeños son muy sensibles a estos ideales y los perciben de forma intuitiva.
Padres en busca de perfección
Desde tiempos inmemoriales, mitos y cuentos han tocado este tema, como si quisieran advertir a los padres: “Por mucho que deseen que sus hijos sea de una forma o de otra, no pueden decidir nada Y, además, sus anhelos pueden volverse contra ustedes y ellos".Principio del formulario
Veamos un ejemplo: los padres de la bella durmiente. Tenemos a una pareja que lleva mucho tiempo deseando tener hijos hasta que, por fin, llega la cigüeña. Una vez que su hija viene al mundo, deciden celebrar una gran fiesta e invitan a las hadas del reino para que transmitan todos sus poderes a la pequeña. Pero en un imperdonable descuido, olvidaron invitar a una y ese descuido será desastroso, pues, herida en su orgullo, esa hada lanza una maldición a la pequeña: a los quince años, se pinchará con una rueca de coser y morirá. La intervención en el último momento de otra hada consigue suavizar uno poco la condena y la joven no morirá, sino que dormirá durante cien años.
Aunque sus padres hacen todo para que no queden ruecas en el reino, no logran escapar a la maldición. Y su hija dormirá cien años, hasta que el príncipe le dé el beso salvador. “¿Querías que su pequeña fuera perfecta?”, parece decir el cuento. Pues bien, ya has visto que es imposible. Cuando uno aspira a la perfección, siempre olvida algo y ese algo puede ser esencial.
En la mitología griega encontramos a una madre que anhelaba para su hijo otro tipo de perfección: la inmortalidad. Se trata de Tetis, la madre de Aquiles, el héroe de la guerra de Troya. Para lograr que su hijo fuese inmortal, Tetis sumergió a su bebé en el lago Estigia, las aguas de la inmortalidad, sujetándolo por un pie. Cumplió su objetivo, aunque solo en parte. El niño se convirtió en un ser invulnerable, salvo en la parte del cuerpo que su madre no sumergió en el agua: el famoso talón de Aquiles. Una flecha dirigida contra su talón daría muerte al héroe griego en un combate contra los troyanos. Este mito enseña que ninguna madre puede convertir a su hijo en un ser invulnerable. Por el contrario, querer hacerlo es ponerlo en peligro.
Bebés que educan a sus padres
Los padres no fabrican héroes ni primeros de la clase. ¡Los hijos no pueden cargar con los proyectos de los padres sobre sus espaldas! No es casualidad que las dos leyendas que hemos comentado hablen de bebés: las proyecciones sobre nuestros hijos empiezan muy pronto, incluso antes de que nazcan.
Por ejemplo, soñamos con tener una niña y llega un niño. A nivel psíquico, esa niña tiene que desempeñar un papel particular, en relación con nuestra feminidad, la relación con nuestra madre, etc. Teníamos un proyecto inconsciente para ella que un niño va a poner patas arriba, porque vamos a vivir y a experimentar otras cosas.
La personalidad de cada bebé nos conecta con la realidad y nos abre nuevas perspectivas. Así, podemos decir que nuestros hijos nos educarán.
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